dilluns, 5 de maig del 2014

Mi último amante (M. Jesús Mandianes)

Cuando me lo presentaron pensé que era uno de tantos, seguramente detrás de aquella imagen exterior cuidada hasta el mínimo detalle, se escondía una historia vulgar llena de lugares comunes. Mi sexto sentido me decía que era soporífero, sinceramente solo mirarle me provocaba unas inmensas ganas de bostezar. A pesar de todo trataba de prestarle atención, simulando  interés mientras hacia un esfuerzo agotador por entender lo que decía.
Dominada por el escepticismo pensaba que no tendría nada nuevo para contarme. Como en otras ocasiones nuestros diálogos estarían llenos de silencios que no sabríamos como llenar, seguramente sería incapaz de sorprenderme con ninguna idea original y acabaría invadiéndome la sospecha de que, una vez más, estaba perdiendo el tiempo. A partir de entonces si casualmente me lo encontraba le dedicaba apenas unos minutos, despidiéndome con una sonrisa de compromiso, que él aceptaba con resignación y paciencia.
No sé cómo sucedió, pero poco a poco me dejé seducir por el encanto de sus palabras, su lenguaje sencillo pero lleno de sabiduría logró convertirlo en mi compañero inseparable. Íbamos juntos a todas partes: Me acompañaba por las mañanas en el trayecto del autobús, en el trabajo aprovechábamos la media hora del desayuno para estar juntos, por la tarde abrazados nos acercábamos a merendar a cualquier terraza. Por supuesto me acostaba cada noche con él, nuestra relación había llegado al clímax, no podíamos vivir el uno sin el otro.
El idilio acabó una tarde de abril, cuando volví a experimentar la sensación de que ya no tenía nada más que decirme, nuestra historia en común había llegado a su última página, el desenlace se acercaba acompañado de una cierta melancolía. Le dije adiós asegurándole que había aprendido mucho a su lado, jurándole que su recuerdo permanecería siempre en mi memoria.
Después, vestida de primavera me fui a las Ramblas en busca de una nueva aventura, me recibió Sant Jordi montado en su caballo tratando de campear la crisis vendiendo sus besos a cambio de unos céntimos, a su lado un drac domesticado había perdido la furia de antaño y sus débiles rugidos no asustaban ni a los niños. En frente una Marilyn travestida, con gesto provocativo cubría su falsa feminidad intentando dominar el vaporoso vestido que una y otra vez levantaba una artificial ráfaga de viento.
Eran actores secundarios eclipsados por la magia de los libros, auténticos protagonista del día, desplegados a lo largo del paseo sugerían a los paseantes historias fascinantes. Atrás quedaba ya olvidado mi penúltimo romance, ilusionada de nuevo estaba dispuesta a dejarme seducir por todos: Espriu, Caterina, Rodoreda, Neruda, Machado, Mistral, Octavio Paz…

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada