No siento el alma,
la perdí mientras lloraba.
En vano grité tu nombre,
me respondió la nada.
Las esquinas, como aristas
mordieron mis esperanzas,
tú no estabas y yo anhelaba
ver tu sombra entre mis
lágrimas.
Lloré, y cómo lloré, mas nada
lograba.
Entonces oí una voz que me
llamaba
y como un niño huérfano que
acude a la madre
corrí hacia ella, y en un
supremo esfuerzo
recuperé mi alma.
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